El coche abandonado

Vamos camino de Death Valley, atravesando un desierto en el que reina el joshua tree, el árbol oriundo del suroeste de Norteamérica al que la banda U2 cantaba en su quinto álbum de estudio. Este también es un superviviente: puede vivir cientos de años en estas tierras yermas. Marc me recuerda cómo era la portada del disco, y pega un volantazo para salirse de la carretera. “Ese árbol es bueno para sacarle una foto”, dice, así que se mete por un camino de tierra, y por unos minutos nuestro ford se cree en medio de un rally, levantando el polvo del camino, pegando botes con los baches y pisando piedras. De pronto, nos topamos con un todoterreno que nos cierra el paso. Bajamos, y mientras yo miro por todos lados por si veo al dueño -algo inútil, porque estamos en medio de la nada, desde donde ya no vemos ni la carretera-, Marc comprueba que es un coche abandonado.

“Es robado”, anuncia. “¿Cómo lo sabes?”, pregunto yo. “Porque tiene aquí todas las tarjetas de crédito y sus fotos desperdigadas”. No sé cómo, pero Marc se las ha arreglado para meterse en el coche en menos que canta un gallo. En una milésima de segundo, se ha sentado sobre los cristales rotos del asiento del conductor, y está registrando todos sus objetos personales.

Yo comienzo a inquietarme. “Esto no está bien”, le digo. Empiezo a mirar a un lado y a otro, pensando que en cualquier momento nos descubrirán, y tendremos que dar explicaciones. Marc, ajeno a mis temores, curiosea un ambientador olor limón, abre guanteras e inspecciona los acabados del vehículo. Al final me enseña las fotos de Jason, el que parece ser el desdichado propietario, y entonces se me encoge algo en el estómago cuando lo veo jugando en el sofá con sus hijos. “Deja ya todo eso y vámonos”, imploro. Me sentía como si estuviera registrando a un muerto. Pero Marc ya ha cogido unos cuantos CD viejos y no parece que vaya a soltarlos. “El viaje provee, chiqui”, me dice, divertido. Yo protesto, le argumento que Jason aún podría recuperarlos, y al final quedamos en que por lo menos escucharemos los discos y en cuanto nos crucemos con el coche del sheriff le comunicaremos el hallazgo. Probamos el primer álbum, que nos canta en español. Dice algo así como: “abrázame, bésame y si quieres… muééééérdeme”… Nos miramos. Aún no lo sabemos, pero un poco después descubriremos que la canción pertenece a un grupo de los 80 que ha vendido diez millones de copias.

Ya hemos curioseado bastante. Le hacemos una foto a la matrícula, apuntamos el kilómetro en el que nos encontramos, y seguimos nuestro camino. Mientras el coche enfila la carretera de nuevo, voy reconstruyendo la personalidad de Jason recordando los discos que tenía: Radiohead, discos de rancheras, cumbias y baladas; recopilatorio de grandes éxitos de Michael Jackson como Shake your body, mucho rap y DVD de películas de acción y besuqueo. En esto estaba, cuando miro hacia el bolsillo de la puerta del conductor y lo veo. Allí está, sobresaliendo de la rejilla como una aparición, el ambientador lima limón del todoterreno abandonado.


3 comentarios

Archivado bajo Estados Unidos, Viajes

3 Respuestas a “El coche abandonado

  1. Marcel Navarri

    Marc no canvia mai, ni quan està a …… km de casa!!!!

  2. Conxita

    Interesante, interesante…yo tambien hubiera investigado….

  3. Dolors

    quin yu yu!!… Marisa espero amb impaciència el pròxim capítol

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