Archivo de la etiqueta: yosemite national park

Vida salvaje en Yosemite

Hoy nos hemos enterado, mediante llamada telefónica, que Júlia ha abierto los ojos. Los médicos casi que hablan de milagro, nos dicen, a pesar de que mantienen sus reservas. Justo antes de entrar en Yosemite ya sé, gracias al facebook, que Júlia respira por sí sola. Así de contentos entramos en Yosemite National Park, el primer espacio natural protegido del mundo y, desde luego, uno de los más bellos de Estados Unidos.

El parque natural de Yosemite fue establecido en las tierras del pueblo Miwok después de una guerra encarnizada entre los soldados y los indios, que habitaban estas tierras hace 6.000 años. Como ya se sabe, los indios perdieron, pero al menos este espacio se ganó el título de área silvestre, que en Estados Unidos la definen como un lugar “donde el propio hombre es un visitante que no permanece”.

Ya nos invade el olor a madera y a resina. El paisaje es de rocas grises, altísimas, que primero vamos siguiendo con el coche, subiendo por altas pendientes, curva sobre curva, hasta llegar al pico más famoso: El Capitán, una mole enorme de granito, una pared recta impresionante que cada año desafían miles de escaladores profesionales en el mundo.

Siguiendo por la misma carretera llegas al Half Dome, otra enorme roca, esta vez cortada de un tajo por la mitad, que se ha convertido en todo un símbolo del parque. Vemos constantemente a nuestro alrededor la naturaleza en estado puro; huele a vida salvaje mientras pasan, ante nuestros ojos sorprendidos, ríos, cascadas, lagos y charcas, arroyuelos salpicados de piedrecitas blancas, ardillas valientes que cruzan la carretera, bosques de robles y pinos.

El viento, el sol, el agua y el tiempo siguen diseñando el paisaje en Yosemite; por aquí y por allá nos encontramos con carreteras cortadas con las piedras de un desprendimiento, pero nosotros seguimos subiendo, pasando por troncos quemados -vestigios del incendio que azotó el parque en los años 90-, viendo los rápidos a pie de carretera y una familia de ciervos que pasa, tan campante, delante de nuestro ford. “¡Para, para!”, le digo a Marc. Me hace caso y me deja en medio de la carretera solitaria, cámara en mano, persiguiendo a los ciervos, que ya se adentran en el bosque. Los perseguimos durante un rato, pero no conseguimos grandes fotos con esta luz del crepúsculo que, de repente, nos sorprende.

Nos vamos de Yosemite cansados, echándole un pulso a la noche. A ver quién gana en esta carrera, quién llega primero a su meta. Ya es noche cerrada cuando encontramos el Bug, un animado albergue escondido en medio de los pinos. Nos han dado un plano para acceder a nuestra tienda, pero, cuando llegamos al sendero, vemos una cosa negra que nos corta el paso. Es un black bear, el oso negro de Yosemite, que ahora nos mira, no sé si asustado, mientras le deslumbran los faros del coche. Aparcamos y apagamos las luces, mientras miramos, con la respiración contenida, cómo el oso olisquea la basura de los contenedores. Es un momento mágico, pero yo no quiero salir del coche. Marc me lleva a rastras, de la mano, protestando y a oscuras, mientras yo me escondo detrás suyo y miro de reojo al oso, a diez metros, a nueve, a ocho, a siete, a seis de nosotros. Ahora está totalmente subido en los contenedores, mientras nosotros, despacito, conseguimos llegar al sendero. Lo dejamos a nuestra izquierda, y yo me vuelvo ligeramente para ver si nos persigue. No distingo mucho en esta imagen de negro sobre negro, pero sé que en la oscuridad el oso me ha mirado un momento antes de meter de nuevo el hocico en la basura; sé que me ha mirado y que sus ojos brillan.



Deja un comentario

Archivado bajo Estados Unidos, Viajes