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Suzhou: la ciudad que cautivó a Marco Polo

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En 1298, un prisionero de guerra tenía fascinados a todos sus compañeros en su cárcel genovesa. Era Marco Polo. En otro tiempo había hecho un largo viaje por tierras de Oriente, durante el que conoció al emperador de los mongoles, visitó palacios, templos dorados y minas de rubíes. Tanta fama llegó a tener, que sus coetáneos acudían a la prisión sólo para oírle hablar de aquellas maravillas.

Hay mucha leyenda en torno a estos exóticos viajes, pero parece ser que una de las ciudades que más le impresionaron fue Suzhou, surcada por canales, que al mercader le recordaban a su Venecia natal, por lo que dicen que la bautizó como “la Venecia de Oriente”. Actualmente hay que reconocer que ha perdido parte de su encanto, puesto que sólo quedan un par de ellos y el resto se ha convertido en calles transitables. No obstante, pasear por esta ciudad ya merece la pena para escaparse del bullicio de Shanghai. Suzhou propone la calma y la meditación en cualquiera de sus magníficos jardines cargados de historia.

Nosotros visitamos el Jardín del Administrador Humilde, que ocupa nada menos que más de cinco hectáreas, y te ofrece estampas muy bellas de estanques con plantas acuáticas gigantescas, pabellones, casa de té, pasarelas tortuosas y laberínticas, colecciones increíbles de bonsáis, juegos de agua y música tradicional china como banda sonora de fondo.

Por la noche paseamos por una de las vías más antiguas de la ciudad: Pingjian Lu, una callecita peatonal que bordea el canal y en la que hallas la esencia de la Suzhou de entonces. Nos detuvimos en un puestecito cualquiera y pedimos un surtido de las deliciosas húntün, unas bolas de masa que tienen formas, tamaños y colores diferentes. La cocina china tenía, aún, muchas cosas preparadas para sorprendernos. Casi te sonrojas cuando piensas en los rollitos de primavera y el arroz tres delicias que se cree que se come aquí. Una vez más, el viaje te abre los ojos. Ahora eres consciente de que al volver sabrás descubrir mejor los engaños.

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