Archivo de la etiqueta: covid19

Día 40 de confinamiento. De soledades, galerías y otras ausencias

Estos días siento los mismos temores que durante la concepción, embarazo y parto. Los surcos del azar son demasiado profundos, demasiado oscuros. Con ellos podría dibujar una rayuela en mi corazón; soñar que de un salto regreso a la casa de los espíritus de la calle Aire número 2, mi Ítaca; la que inspiró todas mis historias.

Regresar como regresó Ulises en la Odisea, aunque de momento no es posible. Esta es mi vida ahora: la historia de una maestra con alumnos invisibles; la confesión de una idealista que aún desea recorrer el libro de las maravillas del mundo. Cuando se pueda. Cuando lo dicten los ocho millones de dioses que andan escondidos en alguna de las islas griegas.

Os confieso que sueño con retomar mis viajes con Charley e instalarme sin fechas en el gallo de hierro, pero ahora solo me preocupa cómo cruzar los campos de Castilla desde Barcino hasta el sur. Os abrazaría a todos: padres, hermanos, tíos, primos, cuñados, amigos y compañeros, incluso al abuelo que saltó por la ventana. A todos.

Os susurraría al oído que no tuvierais miedo. Os diría que no hay razones para desconfiar de los vecinos, que aquí todas las banderas aplauden a las ocho. Porque todos somos hijos del dios binario que nos alejaba en libertad y nos acercó en confinamiento.

Me quedan mil y una narraciones que contaros, más de las que contiene Don Quijote de la Mancha, más de las que sobrevendrían con el despertar de Cervantes.

Os quiero. Quiero decíroslo antes de que el tiempo se escurra entre los dedos, antes de que el sol se ponga hoy, antes de que el progreso se ponga en pausa; antes de que la arena se convierta en desierto. En un desierto de seda inhabitado y silente, en el que siempre, siempre, y pase lo que pase, resonarán mis besos.

9 comentarios

Archivado bajo Actualidad, Libros

¿Dónde están los niños? Reflexiones tras 16 días de confinamiento por el COVID19

covid19-vilassar-mar-coronavirus-confinamiento

Hoy, como vengo haciendo desde hace 16 días, desde el principio del confinamiento, me he sentado a escuchar el silencio. Hasta ahora era difícil; había que ir a buscarlo: pasear por una calle solitaria, salir al exterior cuando todos duermen, acercarse a la playa para que el sonido de las olas apague el de los coches, taparse los oídos para acallar los gritos, taparse los ojos para no ver el ruido.

Hoy, si hubiera tenido perro, me habría fijado en que los coches siguen en los mismos aparcamientos que hace dos semanas. Habría mirado con tristeza –y quizás con un escalofrío- los parques clausurados y los columpios vacíos. Me habría preguntado dónde están los niños; habría pensado en las personas que me importan; habría deseado no tener que lamentar ninguna víctima más del maldito coronavirus.

Hoy, como no tengo perro, he salido a la terraza que me sirve de pulmón y me he puesto a pensar en las personas que me importan. Se escuchaba mucho el silencio, y no me ha dejado pensar. Aquí nunca lo había oído, rodeados como estamos por bloques de apartamentos  que me miran con esos ojos de colmena, impasibles durante el día y fantasmagóricamente iluminados por la noche.

confinamiento-covid19-coronavirus-vilassar

Hoy es una hora cualquiera de la tarde, y se oye el batir de alas de las palomas, y trinos, y hojas moviéndose, y una cortina que se descorre, y un portero automático lejano; ahora una puerta que se cierra, y otra que se abre. Por encima de todo, silencio.

De repente he escuchado una frase gritada al aire por un niño: “¡Me aburrooo!”. Lo ha dicho así, de repente, para desahogarse. Un niño solo con su yo. Pero entonces, a pocos metros, se ha producido el milagro: en otro balcón, otro niño le ha contestado: “¡Y yo tambiééééén!”. Y ya no han hablado más; de nuevo nos hemos sumido en el silencio. Pero me ha parecido que en ese breve diálogo se encerraba toda la poesía del mundo. Dos niños haciendo auténtica poesía de la soledad.

Deja un comentario

Archivado bajo Actualidad